lunes


hay pero eso de que "te enamoras con el tiempo" es mentira, con el tiempo te acostumbras, el amor tiene que ser , como cuando se cae un plato al piso, de un descuido, sin poder hacer nada, y con un ruido inmenzo que te rompa en mil pedazos ♥

I. Solesi

domingo

Cuestiones de los 14 de Febrero

Imposible saber qué es el amor en términos de universales. En mi caso siempre se ha presentado en forma desagradable, con un espasmo en el pecho, con una revolución en las entrañas, con un leve y sostenido mareo existencial y un temblor incontrolable en las piernas. Sazonado, claro, con el espejismo de creer que la presencia de él hacía más habitable el mundo y con la necedad de creer que yo podía ser mejor de lo que era. Hasta ahí los síntomas. Ahora intentaré una definición por extensión ya que, como se sabe, definir el amor por comprensión es una quimera.

Amor es: la promesa de eternidad en las miradas, las sonrisas que funcionan como antídoto frente al desamparo, el rubor acompañado con sudor después del orgasmo, “dos mañanas juntas”, es el chico que en la esquina espera silencioso a que pase el pibe que adora, es el marido abandonado que con un vaso de Jack Daniel’s en la mano se debate en la balaustrada entre arrojarse o no al vacío, es el desayuno entre tostadas y mermeladas abiertas, es las ganas y el desgano, es la mujer que se quedó al lado de su hombre sabiendo qué él no la amaba, y es ese hombre que se quedó con ella aún cuando no la amaba, porque ambos, tal vez de forma mezquina, se amaban, es Romeo y Julieta, claro, y Tristán e Isolda, es la diosa Ishtar que renuncia a sus poderes para salvar a su amado del infierno y es Orfeo, capaz de cantar una canción tan hermosa como “Mañana de Carnaval” para rescatar a Eurídice de la muerte –porque convengamos que quien no ha sido alguna vez salvado del infierno por un amor no ha conocido el amor–. Es Werther y Robin y Marian, y el muchacho que te mira en el subte y no volvés a ver nunca más pero intuís que no hay amor más perfecto que esa brevedad, es el sostén del amor después del amor, aun cuando se torna anodino y rutinario. Es el desamor, es la angustia de esperar minutos interminables que te llame o se te conecte al Messenger. Es el sí ante el altar y la “liturgia de las despedidas”. Es Cyrano de Bergerac…

El amor es la palabra. Es el “yo no quiero nada” de un Almafuerte que en realidad lo quiere todo. Es todo lo que se dicen, todo lo que se miran, lo que se sugieren, lo que coinciden, lo que se escuchan Celine y Jesse, en Viena y en París durante las tres horas y media que duran esas dos películas maravillosas –Antes del amanecer y Antes del atardecer–. Es, claro, ese susurro imperceptible para el espectador que pronuncia Bob Harris (Bill Murray) en el oído de Charlotte (Scarlett Johansson) en las calles de Tokio. Y la enigmática sonrisa de ella.

Texto de Hernán Brienza para el Diario Crítica.14/02/10